Me llama la atenci�n que cuando un autor, sobre todo un autor consagrado y un�nimemente considerado como uno de los grandes de su tiempo, presenta una pel�cula fallida (entendido el t�rmino como una obra que no est� a la altura del talento de su m�ximo responsable), muchos la defienden con una energ�a digna de mejor causa como si una pel�cula poco afortunada pudiera desestabilizar la percepci�n que se tiene de ese artista. Ahora mismo, no puedo recordar a ning�n gran director sin alguna pel�cula equivocada, cuando no rematadamente insoportable. Y Bergman no es una excepci�n. Con ‘La alegr�a’ (‘Till gl�dje’. 1950) llev� a cabo una pel�cula bastante alejada, a poco que se analice, de lo que hab�a llevado hasta entonces, y la verdad es que pese a sus aciertos me parece bastante absurdo considerarla una buena pel�cula, porque no lo es. Esto no compromet�a en absoluto la trayectoria ascendente del director sueco, m�s bien al contrario: le conced�a el m�rito de arriegarse con nuevas formas de expresi�n que terminan chirriando por un gui�n demasiado forzado y por un tono de melodrama que, creo, cuadra muy poco con la personalidad art�stica de este cineasta.
Creo que el gran Bergman es el que es capaz de contener en un segundo, o en un plano prolongado, una tensi�n ps�quica enorme. El que se vale de una historia sencilla y poderosa para hacernos sentir, con inigualable fuerza dram�tica, la soledad y la incomunicaci�n del hombre, su dependencia del pasado, su desconexi�n del presente y su fragilidad hacia el futuro. Pero cuando Bergman (y esta no ser� el �ltimo ejemplo) no consigue dome�ar su material y �ste resbala hacia el pantanoso terreno de lo melodram�tico o lo simb�lico, su cine se diluye y su mirada se vuelve mucho menos interesante. A�n as�, merece la pena ver estos trabajos menos acertados, porque sin ellos la personalidad f�lmica del director sueco. ‘La alegr�a’ es uno de los peores guiones que tuvo en sus manos y no supo reconducirlo adecuadamente, quiz� le fallaron las fuerzas. Pero no fue precisamente un buen inicio de d�cada (la de los cincuenta), que luego terminar�a tan brillantemente. A veces hay que dar dos pasos atr�s antes de volver a dar otro hacia delante.
Desde la primera secuencia, en la que vemos a los protagonistas (dos violinistas) tocando en la orquesta, se nota que Bergman se siente bastante inc�modo con lo que est� narrando, pese a sus evidente dominio ya de todos los resortes visuales que dentro de poco explotar�n, incontenibles, en su primera obra maestra. Es su octava pel�cula, y el cineasta ha dejado atr�s los encorsetamientos acad�micos de sus primeras obras, construyendo una puesta en escena mucho m�s din�mica, fluida y hasta en�rgica (basada en planos con un sentido visual mucho m�s rico que en sus tres primeras pel�culas, por ejemplo), aunque una vez m�s nos encontramos ante una pieza de c�mara en la que todos los elementos est�n al servicio de los tres personajes protagonistas. La idea, obvia, era la de otorgar un gran protagonismo a la m�sica, dado el oficio del matrimonio protagonista, y la preponderancia del tema ‘An die freude’, de Beethoven (aunque tambi�n escuchamos otros temas de Mozart o Mendelshon, en consonancia con el estado an�mico de los personajes m�sicos), del que se extrae e t�tulo de la pel�cula. Aunque m�s que ‘La alegr�a’, la traducci�n literal del tema ser�a ‘Hacia la alegr�a’, mucho m�s acorde con lo que se intenta expresar en el filme.
Otro matrimonio en crisis
Realmente la obsesi�n de Bergman, que precisamente en esa �poca pasaba por una de tantas crisis matrimoniales de su vida, por la dificultad en encontrar la felicidad dentro de esa instituci�n de pareja, es muy notable a lo largo de toda su carrera, y con variaciones, como un m�sico versionando hasta el infinito una de sus piezas, ha ido desgranando esa obsesi�n con mayor o menor acierto. Esta pel�cula es una de las que tiene menos aciertos, pues todo resulta poco cre�ble y hasta superficial, llegando a caer en lo simb�lico y casi siempre incapaz de emocionar al espectador, al menos bajo mi punto de vista. A fin de cuentas la historia es un enorme flash-back que comprende todo excepto el inicio y la conclusi�n, y hasta ese resorte queda caprichoso, incapaz de exprimir un poco m�s una historia, de nuevo, escrita por el propio Bergman, pero que parece, por primera vez, que no ha entendido su propia idea. Hasta el desencadenante de la tragedia, la explosi�n del hornillo, parece escrito y filmado como si Bergman tampoco se lo creyera del todo (quiz� desanimado con sus ideas iniciales a la hora de componer la historia), y si �l no se lo cree, es casi imposible que lo haga el espectador.
Por suerte, y esto es algo habitual que los lectores de este especial supongo esperaban que dijera, el tr�o actoral est� soberbio y salva con mucho los muebles a Bergman. Maj-Britt Nilsson y Stig Olin (por cierto, padre de Lena Oliln) clavan sus papeles aunque la c�mara, siempre esquinada y hasta err�tica, sea incapaz de acceder a sus sentimientos m�s primarios. Pero es el gran Victor Sj�str�m, uno de los grandes directores suecos del cine mudo, retirado de la realizaci�n desde hac�a trece a�os, el que ofrece una interpretaci�n m�s impresionante. Porque si como director ha quedado como una figura m�tica en la Europa de primera mitad del siglo XX. Ya hab�a sido int�rprete en dos docenas largas de pel�culas, y ser�a Bergman el que le ofrecer�a un testamento inigualable en su magistral ‘Fresas salvajes’ (‘Smultronst�llet’, 1957), de la que ya hablaremos en su momento. Aqu� es el contrapunto perfecto a la pareja central, y una conexi�n directa, gracias a sus di�logos, a las inquietudes m�s percutantes del cineasta.
Conclusi�n
Hasta la fotograf�a de Gunnar Fischer me parece mucho menos elaborada que la de ‘Ciudad Portuaria’ (?Hamnstad?, 1948), por ejemplo. Da la impresi�n de que Bergman estaba pugnando por liberarse de sus primeras pel�culas y pasar p�gina, algo que a�n le costar�a un poco m�s. Pero cuando lleg� a lograrlo alcanz� una plenitud, imposible de conquistar sin fallos previos. Por eso digo que a veces hay que darle la oportunidad a un director para que fracase, pues ese es muchas veces el camino m�s seguro para que lleguen los triunfos.
Especial Ingmar Bergman en Blogdecine:

Source: http://www.blogdecine.com/criticas/ingmar-bergman-la-alegria-un-bergman-sin-personalidad
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